sábado, 30 de septiembre de 2017

ESPERANDO AL MAESTRO


Desde que aprendí a leer, a la vez que empecé a robar, he ido apropiándome de multitud de libros ajenos.


Se puede decir que de eso hace mucho tiempo.

Desde entonces mis víctimas, son aquellos de los que estoy seguro que sus dueños les han abandonado.

A diario todos me enseñan algo.

En los “Lugares de reposo” que he visitado y no por gusto, hay pequeñas bibliotecas en las que siempre sobra alguna joya antigua que me pide protección y custodia.

¿Dónde van a estar, mejor que conmigo?

En la página trece de cada uno de ellos pongo la fecha del delito.

Al final, un comentario alusivo al texto.

Éste no sé a qué obra de arte corresponde, pero dice:

“Entraré en la cárcel por leer, pero seguiré robando. Saldré de la cárcel por robar, pero seguiré leyendo.”

He tenido que comprar una enorme mansión para alojar a todos mis libros.

Son mis amigos.

No se merecen menos.

Ahora soy un hombre culto, tengo inmunidad diplomática y ya no me persiguen por ladrón.

En mi profesión he ganado experiencia, pero ellos, - mis perseguidores -, no saben para que me sirve.

Ha tenido que llegar el día de hoy, para darme cuenta de la gravedad del problema, cuando alguien me ha preguntado, que era eso de la fiesta del Samhain, y es que no sólo nos han robado la fiesta, sino también la palabra. Entonces me he venido aquí, y he leído con  la pasión de u ciego, conla voracidad de un  loco, con la intensidad  de un moribundo.



 Y aquí en la esquina del futuro, en el jardín de mi amplia biblioteca, como la Santa Compaña, han empezado a desfilar, una serie de palabas olvidadas, reclamando su lugar en la tierra que siempre ha sido suya

He leído con la pasión de un ciego, mientras mi juguete preferido, el diccionario se llenaba de ausencias.

He entrado por las más antiguas puertas de la tinta, he dibujado el contorno amarillo de sus páginas, he sorteado la silueta de sus letras, con sigilo para evitar perderme en la cordura, hasta que la fantasía ha multiplicado mi memoria

Y ahora, rejuvenecido y feliz, con mis armas dispuestas para desigual batalla, espero a la entrada de mi mansión, el retorno del maestro que me enseñó a leer.

Tal vez hoy ese mago, ese maestro, ese autor, traiga la antología de mi propia obra y pueda descansar,  al lado de  ese diccionario, ahora sí, cargado de palabras de mi lengua, con sentido.

Tendré paciencia hasta que llegue, y mientras tanto, cogeré alguna joya de la literatura universal.

Valdrá la pena.

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