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LA SOMBRA DE
LILITH
Es solo un
cuadro de Miguel Ángel. Una pintura perfecta, que luego también inmortalizó John Collier.
Cuenta la leyenda que º“Lilith
su primera mujer, tomó residencia en una
cueva en las costas del Mar Rojo, donde ha permanecido hasta estos días y Adán
y Eva entraron triunfantes en el Paraíso”.
Se la conoce como la mujer nocturna,
con el símbolo del búho, ave depredadora e inteligente.
Hasta hace muy poco tiempo para
mi Lilith, era una perfecta desconocida. Pero he pasado largas horas frente a los
dos cuadros.
En el exterior se mezclan los azules, ocres, rojos y
naranjas, pero aquí en esta oscuridad, como en los momentos más sublimes del nacimiento y la muerte, estoy solo, y ella aparece frente a mí con
todo su esplendor.
Hay muchas cuevas en la zona., pero la
cartografía señala precisamente ésta a
orillas del Mar Rojo, rodeada de todos
los demonios, como aparece en el Cuadro de. John Collier. Pero no es un cuadro.
He venido a buscarla en un viaje romántico, aunque no creía que se
pudiera convertir en diabólico.
Lilith, la que fuera primera mujer
de Adán, me recibe jubilosa, como si estuviera esperando mi visita, y yo le
devuelvo la mirada entre el éxtasis y el
terror.
Está vestida de viento, entre culebras y demonios.
¿Es una pintura o una sombra?
¿Realidad o deseo?
Me da miedo acercarme, por las cuatro bestias que tiene
sentadas a sus pies y quiero enfocarla
con mi linterna.
Entonces…desaparece.
Tiene miedo a la luz.
Con la oscuridad se vuelve roja. Quiere moverse
hacia mí. Da un primer paso, y yo me vuelvo loco buscando la salida.
Las bestias que la escoltan, se levantan
amenazadoras, siguiendo mis movimientos. Los siete brazos del pulpo gigantesco
la rodean formando un arco de triunfo
colosal.
Lilith, la musa de las pinturas, al abandonar el paraíso, se
ha convertido en la amante de Samael, el ángel
caído, - mi rival -, y juntos, seducen a Eva para que engendre a Caín.
Por eso me atrae tanto.
Por eso me aterroriza.
- ¿Y
que le pregunto? ¿Por sus virtudes? Guardaría silencio. ¿Por sus vicios? No me
dejaría volver a hablar.
Se acerca. La cueva me devuelve el eco profundo
de mi grito.
No tengo miedo. Los dos
hilos de sudor frío que se escapan por mi frente me traicionan. Todo es oscuridad.
Viene
hacia mí como una sombra blanca. Me mira. Quiere acariciarme con sus manos, con
sus garras.
¿Puede
haber sombras blancas?
El eco
vuelve a contestarme.
-
¡Solo! ¡Solo!
Pero yo no grito.