viernes, 28 de diciembre de 2018

la escarcha en el brasero


Una muestra de mi primer poemario, que editado por Escritores en Red, se presentará el   14 de Febrero de 2019 en la biblioteca CLARA CAMPOAMOR de Madrid.

SOY SOLO UN POEMA.


¡Alto!  ¡Detente y no me mates!

! Soy solo un poema,
 invoco tu clemencia,
aunque solo sea virtual y literaria!


Más allá del dolor de los autores,
yo te indulto, 
en esta irónica hora tan poética.

Porque estás solo,  
desprovisto de fama y de grandeza…
por ser hijo de autor desconocido.

Porque escondes alma, fuerza y sentimiento,
y te opones a la crítica feroz, 
parcial y despiadada.


Porque bailas otro compás, 
al margen de escudos asonantes.

Vas oyendo, desiguales, los dardos 
según el blanco al que apunten cada tarde, 
y no bailas en lugares tan comunes,
pues ni cuentas, ni mides, ni blasfemas.

Tú, que no respetas las normas ortodoxas,
lo sé. Todos son motivos para un juicio,
razones de sentencias mortuorias.

Pero yo os lo ordeno, 
aunque acabéis como Pilatos, 
lavándoos la conciencia
entre lirios, premios y amapolas.

Y le indulto porque tiene algo más
que aire seco en los pulmones.





FELIZ AÑO
 2019
Os seguiré informado.
Gracias amigos.


domingo, 16 de diciembre de 2018

poema nº 9 de mi poemario VESTIDOS POR LA NIEBLA

  la senda que dejo es ya muy larga
la sombra de los años me persigue.

He olvidado
cuando empezaron a dolerme los recuerdos

Sé que había niebla, 
era una niebla cálida pintada de colores


Y en ella me escondí 
hasta cerrar los ojos a la vida

El mundo fue un juguete todo mío 
con el que pasé las horas vivas
de una eterna infancia sin olvido

Jugar era parar el tiempo, 
romperle las agujas al reloj 
correr detrás de las palomas 
o mover los vagones en la vía 

Jugar era llegar a casa tarde, 
empapado por la lluvia,
ver volar una cometa hasta las nubes  
o hacer un muñeco de nieve en la estación
  mientras pasaba el primer tren de la mañana

Aún conservo, esa cometa, la foto amarilla de la estación de piedra 
o el sabor de los pasteles de mi madre

Era la vida, el tiempo sin roturas,
siempre ropa nueva



ESTE  POEMARIO DE  INMINENTE APARICIÓN SERÁ PRESENTADO EL 14 DE FEBRERIO  EN LA BIBLIOTECA CLARA CAMPOAMOR DE MADRID,  con él queremos desearos unas buenas  fiestas a todos los amigos de la palabra.
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jueves, 6 de diciembre de 2018

AL FINAL DEL OTOÑO


Un poema de  JOSÉ MARÍA GARRIDO  










Danza mi espejo sobre la tumba, 
en torno a una lágrima extraviada. 
tejiendo las siete cabriolas de la ausencia 
con ese violín, que vibra en el vacío.

¿Quién me dice ahora donde está mi sol?  
¡Como me gusta Dmitri Shostakóvich!
Es la niebla
ya sé por qué me duele.

El silencio se subleva
es el piano el que me azota
se me acerca su caricia.

La conozco, 
me seduce al final de los otoños,

la temo, porque sé que me vence, 
porque no me dice nada
y me derrota su sombra
que se clava despacio en mis horas sin relojes.

La veo llegar como a la lluvia, 
mientras me cala hasta los huesos
y no me aparto
conozco de sobra su mensaje
su juego y su ironía
su intención es devorarm
y no me aparto.

Las espero enterrado en la ceniza, 
prisionero de su sueño.

martes, 4 de diciembre de 2018

EL VIEJO MIJAIL por JOSÉ MARÍA GARRIDO


He visto al viejo Mijail Fyodorovich sentado en el tercer escalón de la gran casona donde vive. Hoy da la sensación de ser un individuo anodino, que ya no se acuerda de ninguna de sus famosas óperas. Le observo con mucha atención. Mira su batuta y se deja traspasar por el traqueteo de la lluvia a través de la puerta de hierro. El agua, como la muerte, lo invade todo, en pequeñas y tercas oleadas, como en unos compases malditos, a través de las grietas del tiempo.

Las campanadas del reloj y los relámpagos juegan a encontrarse detrás de un sol valiente de verano. Las gotas de agua, como corcheas escabullidas del pentagrama, se le antojan cristales rotos y otra vez vuelve ese miedo insuperable a los espejos.

Le veo retroceder un escalón. Son trece. Los ha contado antes. Yo también. Le quedan diez.  El agua le persigue dos peldaños por debajo. Sus escasos mechones de pelo se le pegan a la frente y se vuelve a tapar el rostro mientras lee en los fragmentos del vidrio las palabras que se escapan fugitivas, libres e inconexas de sus labios señalando su personalidad, su culpabilidad, su debilidad; son palabras que no entiende.

El agua sigue subiendo.

Si, soy yo, ¿Cómo me llamo? ¿Mijail Fyodorovich? No. Ese es un músico, el protagonista de una novela imaginaria.

Mi memoria y el reloj, se han parado los dos a la misma hora.

No quiero que me mire el del espejo, ese que está sentado en el cuarto peldaño de la escalera aguachinada, porque por  su parte corporal más débil, los pies, le amenaza el agua.  Los levanta, mientras otro rayo ilumina el hueco oscuro de la escalera.

En ese instante se muestran ante sus ojos perturbados, sus mejores obras, sus últimas creaciones musicales. 

¿Qué me pasa? Mis piernas tienen grietas rojas.


Podrían haber pasado dos eternidades, cuando termina de atormentarle el estruendo de aquel rayo. Levanta la cabeza mientras se le caen los brazos. Retrocede un escalón y vuelve a ver los agujeros rojos de sus piernas.

Ya no sale sangre.

Un hilo negro sube imparable por el segundo peldaño, sus patas, sobre la piedra escriben una sinfonía triunfal en una tonalidad ascendente.

Con las manos intenta modificar su ruta. En un último sacrificio, les clava su batuta con saña, como si de un cuchillo se tratase y con el que pudiera cortarles el camino, y siguen los compases discordantes al mismo ritmo que el desasosiego, pero las hormigas, van esquivando el agua sucia de la escalera. Han visto la brecha por donde invadirle. Retrocede, sube tres escalones. Respira. El agua está más lejos, pero vuelve a quedar paralizado en la escalera. Por arriba a través de una pequeña claraboya entra poca luz, pero no puede mirar. Sobre ella martillea la lluvia y el dolor en sus sienes.  Es cristal.

El graznido de un cuervo cercano detrás de la claraboya le levanta de un salto. Chaikovski, la Patética. Malher, Resurrección. La puerta desvencijada cede a su impulso. Ya no hay espejos, ya no hay cristales. 
Ya no llueve no truena, corre.

Corre como un guerrero derrotado, velocísimo como un disparo, volando sin saber por dónde, apartando todos los obstáculos para escapar de algo impreciso, y a la vez que  pasan las nubes, y el cuervo le roba las notas musicales, las redondas, largas, larguísimas, le arranca de su pentagrama las blancas y las negras, y caen las corcheas y las más cortas como jadeos al desfiladero. Solo quedan los silencios, el silencio en el abismo.


lunes, 3 de diciembre de 2018

NAVEGANTE por JOSÉ MARÍA GARRIDO





Pides como un dios para vivir y olvidas,
emperador de la calle,


emperador,
dueño del asfalto y de la sed
duque del cartón, señor del miedo


Navegante de un océano perdido
compañero de la sole y la botella,
tus amigas que ni hablan ni te piden, 
y tú las miras, compañeras,
con tus ojos casi ciegos
y las odias a las dos.


Una crece y la otra se vacía
mientras un insulto en forma de moneda 
cae junto a tu mano temblorosa 
y otra vez la noche, 
el hambre 
y los amados fantasmas de la muerte.

Y bebes para vivir y sueñas
sueñas que se borran, y están cerca
muy cerca, 
y bebes y naufragas 
en ese desierto conocido en el que habitas
sin que venga a salvarte la tristeza 

La tristeza ya no tiene sitio en tu dolor
una esquirla, el milagro, la esperanza,
y una foto de familia en el recuerdo
apenas eres eso, 
barro como Adán en el infierno 
endurecido por las horas


Y yo te compadezco,
Dexsde aquí, desdeee mi trono
sin saber que eres mi espejo.







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