

La luz de aquellos candiles duró más de cinco años, hasta que me llevaron interno al Colegio
Cisneros que lo dirigía un señor muy importante al que llamaban Xocas. Enseguida
se convirtió para mi en un mito. Me daba clases de lo que él llamaba
humanidades, literatura, historia, geografía.
Aprendí quién era el Quijote, que la tierra estaba inclinada y por qué
había años bisiestos. Don Laureano y él, además de enseñarme a hablar gallego, me regalaron dos vicios maravillosos: la
curiosidad y el amor por las letras. Aun hoy son mis mejores amigas.
Mis padres hoy tendrían noventa y seis años.
Unos bonitos recuerdos llenos de ternura
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