miércoles, 19 de febrero de 2020

EN EL TEMBLOR COMÚN DE FERNANDO FIESTAS Huerga y fierro 2019 Por JOSÉ MARÍA GARRIDO







Hoy la tertulia Eduardo Alonso de la Casa de Castilla la Mancha, ha estado de fiesta, o de Fiestas, porque Fernando Fiestas (Melilla 1962) – Poeta y pintor Doctor en Bellas Artes por la UCM -, nos ha mostrado su última obra   “En el temblor común”, con un magnífico y cuidado prólogo del poeta castellano-manchego Manuel Cortijo Rodríguez.
¿Y que se esconde “En el temblor común?  

Cuarenta poemas que parecen pasos a lo largo de las horas, no en vano dice el autor en su subtítulo que se trata de “un libro de horas” marcadas, a la antigua usanza, por la Liturgia Monacal del Medievo. Y suena la primera campanada, “el primer pensamiento, el primer presentimiento”. “Laudes. Si, es la hora”. “La hora postrera d
e los duendes” y el pincel baila de gozo en la paleta, componiendo un cuadro de exquisita prosa poética, comprensible y actual, que se mantendrá a lo largo de toda la obra. 
Es en suma un recorrido por la jornada de pintura del poeta, por todas las salas de esta galería, hasta llegar a la hora de la calma, siguiendo la estela del “Ora et labora” que se perfila esculpiendo cuadros o dibujando sentimientos luego modelados en versos, con los que se va entrando en un camino de sencillez que el artista ha trazado de antemano, para deleite de todos sus lectores.  



lunes, 17 de febrero de 2020

vestidos por la niebla de jose maria garrido



Próxima presentación, ya se puede  adquirir a través de internet o en la propia editorial.


NO VEO NADA EN MIS ESPEJOS



Hoy se ve reflejada en mis espejos 
una zona de nubes y de niebla
en un tiempo que no existe.
En un tiempo de miedo, gris, indefinido

No sé por qué, he puesto cuadros negros
tapando mis ventanas.
Es la luz, escasa y rutilante,
la sombra, larga.

El espacio es el vacío 
y se mueven solo los relojes del olvido, 
las agujas están quietas.

Quieto yo, muerto tal vez.

No sé cómo es la muerte, 
aunque la siento.

Y no te encuentro 
en este terremoto de amargura
Están vacíos mis espejos
y no hay palabras que los llenen.



Espero  comentarios y que os  guste





martes, 11 de febrero de 2020

EL MAPA DE TUS CICATRICES JAVIER DIAZ GIL LASTURA 2019 Por Jose María Garrido







A veces Javier lleva sombrero y ante él, ante su forma de escribir, los demás tenemos que quitárnoslo. Javier Diaz Gil, (Madrid 1964), Licenciado en Geografía e Historia, es un viajero que camina por la vida a ritmo de estrofa, con “La palabra y la carne”, después de “Regresar a chile” aun sin olvidarnos de "Morir en Iguazú", nos ofrece ahora otra forma de entender ese viaje descubriéndonos “El mapa de sus cicatrices” (Lastura 2019), en la que aparecen dos puertas distintas, ideadas por el autor, símbolo de la entrada y la salida en ese mapa. El libro es amplio, el camino largo, la puerta de entrada desvencijada y antigua; la de salida labrada y nueva.  En el centro, en su interior, en su recorrido cinco estaciones o núcleos de inspiración, cinco fuentes tal vez de cicatrices, separadas por una cita, por una pausa en la respiración, o tal vez sean los puntos cardinales de su ruta que vamos a reservar para el lector. Pero si el autor sostiene por su parte que ojeando estas citas que actúan de interludio o de receso,  - el recuerdo, la provocación, la comunicac ion, el verso y el ansia de supervivencia -,  se puede llegar a conocer el horizonte de la senda, por mi lado mantengo que leyendo las estrofas de esta obra se llega a conocer y a disfrutar mucho mejor del camínante. Por todo eso agradecemos a Lastura que en esta ocasión haya apostado por un poeta que señala cicatrices y caminos para  fomentar la lectura de la poesia.

lunes, 3 de febrero de 2020

EL CUBO Por JOSÉ MARÍA gARRIDO

          Publicado en el numero 24 
de la Revista de creación literaria 
“la hoja azul en blanco” 
Asociación literaria Verbo Azul
Diciembre 2019


Ante lo que consideré acumulación de pruebas irrefutables, juez y víctima, decidí la sentencia - culpable del delito de mentir con obstinación   -, yo misma, procedí a la ejecución, y tal como él había venido al mundo una docena de lustros atrás le encerré allí. 
Aquí llevo no sé cuántas noches. Ignoro si al otro lado hay luz. Al principio esta caja formada por seis espejos, hasta me pareció un lugar agradable para pasar el resto de mis días. 
Hizo falta poco tiempo, para que los espejos se volvieran negros. Y en lo oscuro de mi mente, todo fue caos.  En él mis mentiras y toda mi verdad se mezclaron de forma anárquica. 
Cuando volvió lo que distorsionadamente podría llamar realidad, mis mentiras se multiplicaron hasta el infinito por la refracción de la luz que acabó por aplastar a mi verdad. A mi única verdad.
No había tregua ni perdón. El color de los espejos empezó a cambiar de forma continuada, sin responder a norma alguna, sin darme tiempo a respirar. Luego aquel diabólico ruido ensordecedor, que no podía relacionar con la música. Todavía si hubiese habido una relación entre un color y un tono podría haber interpretado alguna melodía, aunque alguien desde fuera pensara que era mentira. Pero no había relación entre color y 
tono. No había razón entre tiempo y tono. No había ninguna razón. Y yo la empecé a perder.
Fue el frío. 
Desde la planta de los pies, subió despacio hasta la memoria, desde las infinitas esquinas de todos los espejos, hasta congelarme la conciencia.
Eso pasó cuando aún tenía conciencia.
No llegue a saber si cada seis veces que el mundo se volvía rojo, luego aparecía todo negro. No era nunca la misma secuencia. Intenté contarlas como en un rosario hasta que me perdí. 
A partir de entonces dejé de distinguir la verdad de la mentira, la fantasía de lo real. Ya no sé tampoco que es el calor de una caricia.
Me asediaban los fantasmas. Sus rostros imperfectos y tranquilos, se multiplicaron en todos los espejos. No me dio tiempo. 
El suelo comenzó a girar, se balanceaba.  Me abandonó mi sombra, todo se volvió rojo, solo me quedó el hambre, la sed y el frío para sucumbir.
Antes de la fiesta a la que me había invitado mi nuevo amante, volví a la celda, vestida de negro, no de luto, sino porque era el vestido que a él más le gustaba. 
Abrí la puerta. 
Dentro todo era muy rojo. 
¿He matado al centinela y soy libre, pero un asesino, o es una nueva mentira y me volverá a encerrar?
Es una idea que me ronda la cabeza, aunque ahora aquí, estoy tranquilo como los fantasmas que me rodean.
Creo que esto si es verdad.
Otra vez estoy en sus manos.





domingo, 2 de febrero de 2020

EDELINA SANTOS por jose maria garrido del libro ALTA VELOCIDAD CINCUENTA PALABRAS POR RELATO














Edelina Santos estaba radiante, frente a su rival desvanecida, en aquella sala del anatómico .
Carlos, su forense, su marido, al fin seria suyo. 

Anabella ahora estaba donde siempre debería de haber estado.
El veneno había hecho efecto.
¿Y si no estuviera muerta?
- Carlos… ¿Qué haces aquí? 
- ¿Y tú?