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Desde la paella al chocolate, en esta
tarde de versos y risas, en estas horas de contacto personal que tanto falta,
se establecen hermosos puentes como estrofas premiadas con el afecto y la camaraderia
y sobre todo con un ingrediente mucho mas sútil, el deseo de volver a
encontrarnos. No hizo falta la seriedad de la rima, se rompió la métrica con la
cercanía. Y surgió el encanto.
En “el Desván”, en el garaje, con un
fotógrafo del tiempo dedicado al dulce arte de la cocina, y un jardin llamada Carmen como anfitriones, no podía salir de otra manera.
Hay que darles las gracias por esas horas que pasaron
tan rapidas como felices, y quedan en el recuerdo como una meta para ocasiones
futuras.
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