jueves, 26 de marzo de 2020

HELA LA DIOSA CELTA

Juan Biturvo cumplía diez años. Aún no había amanecido. A través de la ventana de su cuarto se dio cuenta de que un cielo oscurísimo, más que negro escondía la calle. No se veía el mar y el rugir de las olas era atronador. Durante toda la noche, el tamborileo de la lluvia en los cristales, no le había dejado dormir. No recordaba que hubiese llovido tanto antes. Su madre, antes de marcharse le había dejado puesto un despertador con música frente al pequeño belén sobre el que destacaban los tres reyes magos. Esa mañana la música era distinta. Le hizo daño en los oídos. Sobre el arcón en el que guardaba la escasa ropa limpia y los cuchillos, estaba su regalo de cumpleaños. Por las tardes de otoño, cuando hacía sol, se adentraba en el bosque de castaños y con los cuchillos hacia flautas de madera de castaño, con las que llamaba a las bestias de la selva buscando su protección. Aquel lobo gigantesco y negro, distinguía los sonidos de su llamada. Hacía tiempo que le conocía y le había bautizado con el nombre de Hela, como el lobo protector del cuento de su abuelo. Juan Biturvo observó otra vez con los ojos muy abiertos, el regalo de cumpleaños. El reptil se movía despacio sobre la hojalata roja del arcón y esta, respondía con el chillido penetrante de una rata. La rata, la lluvia, las olas, el regalo, el despertador, todo formaba una música extraña. Juan Biturvo gritó. Sus voces no los oyó nadie. El regalo que era de madera articulada, se arrastraba despacio como un reptil sobre la superficie fría del arcón. Un violento relámpago permitió al pequeño ver, como aquel monstruo saltaba hasta el suelo. No se había roto ningún hueso, ningún añilo. Ahora siseaba como una serpiente. Juan Biturvo saltó a la cama. Bajo la almohada guardaba una de sus flautas favoritas. La tocó violentamente. Los ojos del reptil buscaron los del pequeño que no dejaba de tocar. Juan pegado a la ventana sintió su frio. A la luz de otro relámpago, con la flauta rompió el cristal violentamente. El muñeco articulado de madera se levantó. Era un hombre un anciano conocido. Dejó de llover. El reptil se detuvo. La sombra de Hela, frente a la ventana, hizo que esta se volviera aún más negra y los últimos anillos del reptil se dilataron. Se volvieron pies, con tobillos gruesos y dedos largos. Las piernas, el tronco, los brazos. se interpuso entre Juan y lo que quedaba del reptil y derribó a los reyes magos del belén. Ya no era un reptil. Desde el despertador se oye un villancico. El pequeño Juan, dejo la flauta sobre la cama y se echó a llorar. Hela se tumbó en el suelo. - ¡Abuelo!  

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