domingo, 31 de enero de 2021

EL SUEÑO

  

Las noches caen como placas de hielo, todas iguales, en mi calendario. Y se hunden en la tierra del recuerdo, al margen de toda diferencia.


Lo oscuro no tiene edad. Ya no tiene edad, como los sueños. Como el sueño.

El viento apaga las antorchas. Se rompen los relojes.

Solo queda lo sombrío. Lo oscuro y el espejo.

El espejo y el sueño.

Ese sueño que se repite. Se repite, se olvida y vuelve.

Vuelve envuelto en un silencio espeso.

Vuelve despacio, sin ruido y vuelve a sorprenderme.

Despacio, me quedo sin recuerdos.

No hay luz, no hay nada en el espejo.

No recuerdo el sueño.

Se alza el telón. Sopla el viento, fuerte, huracanado.

Claro, - ¡la ausencia de recuerdos! -, esa es la clave.

Acaricio la madera, madera marrón, madera de ataúd, y se escapa una nota larga, aguda, amarillenta, como una lágrima.

Una lágrima diminuta en la que se disuelve el tiempo como el azúcar,

Se abren mis ojos como acos de una muralla,

Ya no soy el nieto, ya no tengo abuelo

Soy el abuelo y no tengo nietos a quienes contarles cuentos.

Aquella máquina  de vapor, del cuento de mi padre se ha parado en la vía muerta.

Es de noche, otra vez de noche y hay tormenta.

Los truenos, los años y el silencio, se agolpan en mis oídos, los machacan.

Ya hay dos ataúdes en su tierra, mi mano sigue acariciando sus maderas, ahora son dos manos, dos maderas y la textura es distinta, la tierra húmeda, el aroma dulce agradecido, el tiempo roto y el sudor amargo.

Ya se que nota es, un sol de acordeón, un sol mayor que esconde en su interior todos esos ojos. Esas miradas que me siguen, enseñándome el camino.

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