sábado, 3 de noviembre de 2018

MOMENTO DE INSPIRACIÓN




UNA FUENTE: JUAN CARLOS MESTRE

UN LUGAR IMAGINARIO EL MUSEO DE  LA CLASE OBRERA

POR JOSÉ MARÍA GARRIDO

30-10-18


Debía estar cargado de alcohol cuando llegaba esa hora suprema. 
Recuerdo vagamente que aquel escritor castellano, famoso por su verso y por su prosa, al que admiraba tanto, nunca se detuvo junto a mí mientras yo, sentado en la puerta de la taberna pasaba las mejores horas de la madrugada, saboreando la conversación con aquel animal más inteligente que yo, llamado perro. Ya estaba disfrutando del olvido del autor mientras él me hablaba de la esquizofrenia de los ángeles que entraban y salían de la taberna, todos con su minifalda roja. ¿Todos, o eran todas? 
Cuando empezaron a caer las primeras gotas, se formó frente a la puerta, una procesión de astros con cartera bien repleta y vida de soltero, se abrieron paso a codazos en busca de las minifaldas de los ángeles.  Yo como el perro, tenía un buen olfato y me chiflaba el aroma a canela, aunque no había ninguno que oliera a honestidad. El local se quedó vacío, todas se esfumaron a bordo de sus escobas.
El perro, que no era mío, - ¡Ya quisiera yo! -, se fue despidiendo con una sonrisa antológica, mientras se iban cabizbajos y desplumados, bailando bajo la lluvia. Y una vez solos, el escritor se acercó a nosotros y me miró. Mi autoestima subió como la espuma, Yo sabía que tenía nombre de rey, pero le pregunté por romper el hielo, o para evadirme a manotazos del sopor que bañaba mi entendimiento;

¿Cómo se llama usted?
Me gustaría volver a verle.

Entre tanto, escribo relatos a girones, sin copiar a nadie, o dibujo en el papel frases que quieren ser poemas sin fuerza ni sentido. A veces solo pienso mientras parece que duerno. O tal vez sueñe con alguna vagoneta aparcada en la esquina de la calle, que escapa divertida a las miradas de todos los curiosos.
La taberna cerró por desfalco. Ahora, en mis noches de insomnio me acerco al museo de la clase obrera; su puerta me recuerda a la de aquella taberna, esperando ver entre lo oscuro, a un perro más inteligente que yo, que me haga compañía, o a un rinoceronte blanco que espante a los astros sin corona, mientras recita versos de aguardiente y se reviven los relojes desarmados. Pero en el fondo, a quien estoy esperando es al poeta. Gracias Juan Carlos, no tarde. 







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