Ella tenia los cuchillos listos y afilados siempre; cualquier excusa era buena para sacarlos.
Aquella tarde, antes del cin
e se me ocurrió que podíamos tomar una hamburguesa.
Fue suficiente.
Comí yo solo.
Se me atragantó en el corazón, hasta que mi rostro se tiñó de azul.
Aquella tarde, antes del cin
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Fue suficiente.
Comí yo solo.
Se me atragantó en el corazón, hasta que mi rostro se tiñó de azul.
Al tercer día compré la
cuerda, dos metros y medio eran suficientes. Seis euros, como la hamburguesa.
Era resistente, como mi
paciencia.
Enganché la cuerda
atropelladamente a la rama más alta que pude.
Luego hice el lazo marinero
y lo coloqué en mi cuello.
Di un salto en el
pensamiento, sabiendo que era la solución de los cobardes, pero había que ser
muy valiente para hacerlo.
Ya se acabó el teatro, son
los créditos del cine.
Sin ella la vida no vale
nada.
A ella le gustaba el color
azul que estaba cogiendo mi cara
Últimamente solía decir que
ya no había marcha atrás.
También aquella mañana llegó
tarde.
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