jueves, 27 de agosto de 2020

ESE COLOR DE SOL por josé maría garrido


Ese color de sol, azul, intenso, oscuro, presagio de un invierno destemplado, se me acerca a través de los cristales, me persigue despacio, como si quisiera acariciarme con su frío y me rompe la mirada. Ese olor a sol oscuro, a tierra removida, refugio de alimañas, me envuelve y me desborda. Ese sabor a tierra traicionera, a saliva amarga, a veneno cercano y tentador, disloca mis sentidos, haciendo chiribitas en el aire, bailando todos al unísono, bailan con mi sombra, como un arlequín desorientado.

Yo soy el arlequín, yo soy la sombra de la noche, escondido y cobarde, tras esos cristales, que me separan del abismo.

Pongo mi aliento en la ventana, el pan y el hambre, la sed y la fatiga, para respirar la vida y siento la distancia. Ruge la tormenta. Es la guerra de los dioses. Es la guerra.  La dura batalla ante el espejo en solitario. Nacer y morir son mis verbos naturales, sólo míos, extremos de un puente incidental que estoy cruzando, sin saber de sus orillas ni del tiempo.   

Me gusta el baile y la batalla, oír el dolor de los espejos y mi canto, anaranjado y silencioso, porque soy el arlequín, la sombra de la noche. Cuando los dioses dejan de soñar su danza macabra, me detengo y conmigo se paran los relojes y las horas, se detiene la sombra en la distancia, y ese color de cielo azul, intenso, oscuro, se diluye, ahogado la tristeza en un grito de esperanza. El arlequín, mi espejo y yo nos levantamos triunfadores, alzamos el cáliz de la vida brindamos por los sueños  y bebemos la esperanza que nos queda, para empezar el camino que se abre.

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