Allí la vegetacion crece de forma abundante gracias al agua de los deshielos. Hace ya mucho tiempo que se ha ocultado el agujero en medio del bosque de robles milenarios, ahora abandonado por los miedos a los lobos y otras alimañas. Se dijo entonces que la caja podria pertenecer a alguno de los bardos o a esos hombrs que hacia sus armas de piedra, con las que mataba a las fieras que le servian de abrigo y alimento.
Aquel hombre, de cabellos largos y trenzados, de músculos poderososs, que lleevaba los pies descalzos, eligió tambien la tierra en la que quiso reposar eternamente.
En una de los laterales de aquella caja, habia un pequeño
geroglífico que un mago, hace muchísimo tiempo,
supo dscifrar y reveló que se
trataba de un nombre, seguramente era el del muerto alli sepultado. A su lado
la silueta de un gran perro cuyo pelaje negro como el azabache aún estaba perfectamente
policromado. Los estudiosos lo
relacionaron con Gibión el bardo, el que
tocaba la lira, y con su perro Urco, al que llamaban el perro del
diablo; y dicen
que, para demostrarlo, estuvieron mucho tiempo buscando bajo tierra las cadenas
con las que venía representado en las pinturas.
Había pasado la fiesta de Beltain[2]
y en la tierra quedaban aún los restos de los fachucos[3].
Aquella tarde tormentosa, los esclavos mientras cavaban, invocaron a Taranis,
el dios temido y después de pronunciar un conjuro secreto, siguieron trabajando
hasta que dieron con un objeto más duro que la propia tierra. Extremaron los
cuidados para no romper aquello que resultó ser una gran cabeza con cuernos.
Alguno de los esclavos se desmayó, no se sabe si por la dureza del trabajo o
por la impresión de ver al perro del diablo. Entusiasmados por los hallazgos,
siguieron trabajando muy cerca hasta encontrar otro objeto más duro que el
anterior. Dicen que se quedaron extasiados ante aquella espada de hierro
oxidada. A su lado encontraron un hacha de piedra. A poca distancia dieron con
una larga cadena de hierro. De la tierra fueron sacando hasta nueve eslabones
iguales. Cuentan que uno de los esclavos tomó en sus manos la cadena y sus dedos
primero se agarrotaron y se le furor cayendo de las manos, uno a uno,
convertidos en sal.
Nunca más se supo de aquellos esclavos, ni de la cadena, ni de los
objetos encontrados en aquel bosque de robles. Se dice que Gibión el bardo, el
dueño de Urco, arrojó sobre aquellas tierras, una maldición de la que aún no se
han librado los habitantes de aquellos siete valles.
[1] La
figura no es un cuadro, sino que responde al nombre de “ Gibión, el bardo”, un
sacerdote celta cuya representación simbólica forma parte de mi colección de
esculturas realizadas con materiales reciclados, “EMPAPELARTE”, que durante los meses de
febrero y marzo de 2021 está expuesta en el centro comercial Isla Azul de Madrid.
Esta leyenda es pura ficcion basada en hechos irreales
[2] Fiesta
de la primavera
[3]
Antorchas con las que se alumbran en la recogida nocturna de frutos durante la
fiesta de Beltain.
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