EL CABALLITO DE COLORES [1]
JOSÉ MARÍA GARRIDOI
Sobre el caballete un lienzo, mi pincel favorito y mis ojos, voy garabateando entre sus esquinas la silueta de un caballo imaginario que relincha al compás de su trotar sobre los botes de pintura. Ese caballo ha borrado en la paleta los colores del pasado. El presente, que ya tiene música, cae en el centro del lienzo, por una absurda coincidencia matemática, mientras que los botes enloquecidos se esconden tratando de huir de su atracción.
Ahora
sopla el viento y me trae nuevas leyendas con algunas pinceladas aún muy
débiles, giran las aspas del molino y se esparcen las gotas de placer por esa
superficie. Su imagen va tomando posiciones por la espesura del ingenio, a la vez
que se deshacen las manchas de la duda.
Me froto las manos como hacía mi padre cuando
algo le gustaba, contemplo la fantasía de mi pintura y vuelvo a poner el pincel
sobre el lienzo, dejando que la brisa vaya llenando mis vacíos. Llamo a los
botes de pintura descarriados por su nombre, con una gota de perdón entre mis
labios y todos ruedan por la cuesta del reloj, adelantando las horas con ese
aroma a incienso que me gusta.
Como escultor me gusta jugar con el tacto,
acariciar la piel de un sueño, dejando escapar todos los minutos del reloj,
como dibujante necesito robar bocetos, como pintor siento la necesidad de
disipar las nubes que amenazan con cerrar el cuadro, pero como pintor ciego
preciso enloquecer el color, para apreciar los tonos.
[1] La
figura no es un cuadro, sino que responde al nombre de “OGMA”, una diosa Celta
cuya representación simbólica forma parte de mi colección de esculturas realizadas
con materiales reciclados, “EMPAPELARTE”, que durante los meses de febrero y
marzo de 2021 está expuesta en el centro comercial Isla Azul de Madrid.
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