domingo, 26 de noviembre de 2017

LA PELÍCULA


Todos sabemos que el hemisferio derecho del cerebro controla la parte izquierda del organismo. El quiasma es el órgano donde se produce el cruce de los nervios para ejercer este intercambio.
La sala de cine es confortable.
Con Adriana, suelo venir muchas veces.
Es preciso mucha atención
-      ¿Cómo se titula la película? 
-      Una mujer fantástica” -, me dice Adriana sentada a mi derecha
Se apagan las luces, mi cerebro se pone a pleno rendimiento.
-      Como tú.
-      Si, pero yo no soy bisexual como Marina.
A veces el cerebro se vuelve loco.
Un hombre de unos cuarenta años se coloca a mi izquierda.
Marina, la protagonista, que parece toda una mujer, reclama mi atención.
Adriana, a mi derecha, me coge la mano con ternura.
Poco a poco, la película se va volviendo complicada. 
¿Ella es realmente una mujer? Lo parece.
Mi cerebro se rebela.
La protagonista desde la pantalla, en un primer plano me mira fijamente.
Mi cerebro me avisa.
Acaricio la mano de Adriana.
Es una escena excitante. Pero termina mal. 
Horacio, el protagonista masculino, sufre un infarto.
Yo estoy a punto.
Es mi mano izquierda.
Recuerdo que cuando era pequeño me echaron de aquella escuela porque me gustaba jugar con las muñecas. Pero eso paso enseguida.
¿Se ha roto mi quiasma?
Calor tibio.
Separo mi mano bruscamente. Me dan ganas de abofetearle.
Pienso en la otra mano.
Miro a Adriana.
-      ¿Qué pasa?
-      Nada.
Vuelvo a separarme de la mano de aquel hombre.
Más calor.
Con su mano izquierda me acaricia intencionadamente, pero no me mira.
En silencio pido socorro, pero nadie me auxilia.
No soy capaz de dar calor a las dos manos.
Intento soltarme de la intrusa.
No puedo.
Otra vez el calor.
Ya no sé cuál es la mano que me quema.
Sudo como Horacio antes de morir.
Ahora el calor es diferente. 
Cierro los ojos
Las dos manos me sueltan bruscamente, mientras un estrepitoso bofetón suena en la sala
Mi vecino se levanta.
Respiro.
-       ¿Qué pasa?
-      Nada.

Marina insiste en ir al funeral de Horacio.
Me dejo llevar hasta los créditos.
Se encienden las luces.
Cesa el calor, pero sigo sudando.
Se ha ido. 
Estamos solos en la sala.
Cuando llegamos a casa Adriana me lo suelta:
-                     ¿Me lo cuentas tú o te lo digo yo?
He cogido un resfriado del sudor.
 En casa hay paracetamol.



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