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Entre la nostalgia
y las fronteras de la a antropología nos visita hoy una escritora gallega Pilar
Fernandez Casado que nos muestra en este
relato su visión delo antiguo sagrado
cosmo vital, como diría el filósofo Paul
Ricoeur.
AS MEIGAS, EN
CONCIERTO.
Boas Noites
Celanova!. Su voz sonó grave en el claustro del Monasterio de San Rosendo. Él
había elegido este enclave con esmero, su sonoridad era increíble y le parecía
un lugar muy sugerente ya que convivían en gran armonía Carlos I, Felipe II,
Juan de Austria, monjes benedictinos y figuras oníricas. Su belleza era
inigualable y mágica. Estaba encima del escenario y por un momento recordó su
Villafranca natal, su primera visita al monasterio cuando era niño y el amor
que sentía por los poetas que había visto nacer este pueblo, sus queridos
Curros Enriquez y Celso Emilio Ferreiro. Sin embargo, empezaría el concierto
con Rosalía. Se sentía como un trovador medieval, la emoción le atenazaba y por
un momento dudo de si su voz estaría a la altura de tan bellísimo encuadre.
Tocó los
primeros acordes y el alma se le encogió: ‘Campanas de Bastabales, cando vos
oio tocar, mòrrome de saudades’…Los aplausos sonaban y su guitarra volvía a
envolver la noche, feliz… su voz sonó de nuevo
‘si cantan eres ti que cantas, si choran eres ti que choras…’. El
concierto discurría y las canciones se sucedían en su garganta casi sin
descanso’’. Estaba poseído de la belleza de la noche, de la lírica y la magia y
casi sin darse cuenta llegó a la última canción, Maria Soliña, Sonaron los
primeros acordes de la canción y el público se levantó y comenzaron a cantar:
‘polos camiños de Cangas, a voz do vento Xemia, que soliña quedaches Maria
Soliña’…Mientras cantaba miró al cielo y sus ojos se posaron en las gárgolas
del claustro y sorprendido vio como las
meigas bailaban con sus escobas la canción de Maria Soliña. ¡Qué magia tenían
las piedras del Monasterio!.
Aquella noche
de Agosto, Carlos e Iluara habían decidido ir al concierto que Amancio Prada
daba en el monasterio de San Rosendo; El esperanzado, ya que por fin podían
salir una noche, Ella preocupada por si el hecho de alejarse de casa invocada
otro maleficio. Habían sido meses muy duros y los dos sabían que necesitaban un
respiro.
Cuando
llegaron al claustro se quedaron prendados de su belleza, mientras admiraba el
enclave Iluara pensó que quien lo diría, ellos que habían sido tan roqueros,
yendo a un concierto de un cantautor, que aunque les gustaba desde la juventud
nunca se habían interesado por verlo en directo. Amancio subió al escenario y a
Iluara le pareció un hombre muy atractivo, su camisa blanca le quedaba bien a
su cara fina y delicada. Los acordes de la guitarra comenzaron a sonar, la voz
de Amancio se apoderó del claustro y las lágrimas empezaron a deslizarse por las
mejillas de los dos. Iluara mezclaba el llanto con una risa nerviosa, ¿Por qué
lloraban?. Quizá la poesía era en estos momentos demasiado para su agudizada
sensibilidad, quizás les era muy fácil fusionarse con los poemas que hablaban
de marchas, pérdidas, duelos, soledades y amores. Su compartido dolor se entremezclaba con la
poesía. Estaban con las manos agarradas y enzarzados cada uno en su peculiar
batalla emocional, cuando escucharon las notas de ‘Maria Soliña’, al unísono
alzaron sus ojos al cielo y contemplaron como la luna iluminaba las gárgolas
del claustro y un espectáculo sobrecogedor: las meigas bailando sobre sus
escobas la canción. Se miraron y casi al unísono recitaron una plegaria:
bailar, bailar y dejar de jugar con nuestra vida.
Gracias por tu hospitalidad en el blog
ResponderEliminarESta hecho para que los amigos lo disfruten. Espero tus comentarios.
ResponderEliminarSaludos.