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TE HAS CAÍDO EN EL CAFÉ.
Llueven plomizas aves,
magdalenas que en ti se humedecen,
se deslizan cielos sobre el filo de tu recuerdo.
Granadas a punto de nevar en el rojizo tapiz,
las nubes esponjan el manto de marzo,
explotan para amanecer en tu nombre,
mientras mis labios sorben tu himno:
mi tristeza y yo, a solas, contigo.
El parque se aleja aún más,
arbolado tu cabello cano se agita al viento.
Los edificios
embarran las calles con tus zapatos de domingo.
Un cruel cigarrillo
basta para rememorarte
entre la insulsa rueca del humo.
Eres el mar
y mis sábanas se adormecen
como velas que espejean por
última vez.
Las rasga el arrullo de tus heladas olas
y harapientas enmudecen
bajo el guiño polar de tus ojos azules.
Quiero ser redundante en la gratitud a la vida.
No me gusta lloviznar,
esta marejada sin ti,
con un ancla
cuyo estertor ora por su punta enromada,
ahogados mensajes que regresan
tras el naufragio y a destiempo
Çtintinean como un telegrama
entre cristales de botella.
No me gusta quejamarte,
pero es todo el poso que me queda.
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