Al principio no era así. No te asustes. A lo largo del
viaje he perdido kilos, adquiriendo una imagen muy distinta de la que tenía
antes, acorde con mis necesidades primarias, he tomado una forma extraña,
cilíndrica, alargada, flexible, rugosa. Ahora lo importante es no perder
altura, sujetarme bien a estas paredes cada vez más gelatinosas, para ello
¿necesito la vista? No, el objetivo no es verte y que me veas. He de vencer el
poder de las corrientes jabonosas que siempre bajan. ¿Necesito el oído? Si, es
fundamental, para oír tus gritos mientras me acerco. Necesito el tacto para que
sientas el frio de mis caricias, para que sientas el dolor en mi presencia. No,
no soy una amenaza todavía; estoy lejos, pero me acerco despacio a tus pies.
Estás descalza. Solo falta un recodo. Dentro de un momento un grito. Intentarás
pisarme, te morderé en el hueso y dormirás. Dormirás aterrada mientras te
envuelvo con mis escamas y mis anillos; y perderás el color. Ya estoy saliendo
por el sumidero de la ducha en tu casa y no me has visto; pero yo sí, aunque no
tengo buena vista; El jabón, como el gel, es un peligro, me hace resbalar.
Calmará mi sed. Ya lo siento, ahí está tu pie, el izquierdo, el tobillo, el
hueso. Está salado. Es inútil, no grites, nadie te va a oír. Por tu cuerpo
desnudo y limpio, voy a ascender latinoso, no opones resistencia, pero no te
derrumbes, podrías aplastarme algún anillo. Mientras subo por tus piernas ¿te
puedo contar mi historia? Se que no se lo dirás a nadie. No te dará tiempo.
Tienes una piel muy suave. Llevo mucho sin comer. No te preocupes iré despacio,
sujétate si quieres a los grifos y échate perfume caro, no me gusta que huelas
a sudor. Y lucha. Es aburrido que no opongas resistencia. Te creía más fuerte.
Yo era tímido, no recuerdo si masculino o femenina.
Ahora esperaré un momento, antes de seguir; tómate un
respiro.
No me gusta la violencia, pero ya te he dicho que
llevo sin comer más de seis días. ¡Qué bonitas! No te has quitado la pintura de
las uñas. No te preocupes, será un momento inolvidable. ¿Qué te pasa? Acaricio
tus hombros y no hablas, tus manos no responden, diviso tu boca ya bien cerca,
armada hasta los dientes temblorosos, tienes la lengua rígida. Esa saliva verde
que escondes en los labios es lo único que no me gusta. Me produce cierta
repugnancia. ¿Respiras, todavía? Sí, noto el vertiginoso latido de tu corazón
entre mis escamas y esa mirada que se va perdiendo en un horizonte cercano, que
te ahoga despacio, despacio.
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