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- Hola querida, te estaba esperando. Me
encanta tu puntualidad, estilo inglés, no como el de esas otras, que tardan y
tardan en llegar tanto como en marcharse. Es un sombrero precioso, te hace
juego con el traje. Bello para una visita a una personalidad importante. En
este perchero de nogal quedará perfecto, es un regalo de mi último marido. No
has visto mi casa, ¿verdad? Claro, querida, es la primera vez que vienes. Te la
enseñaré. Lo más importante el jardín, con el árbol que yo llamo del bien y del
mal. Tomaremos el té aquí mismo mientras te explico sus propiedades. Ofrece una
sombra acogedora para las tardes de primavera en las que ya no me da tiempo
salir. ¡Estoy tan sola desde que se fue mi Pepe! Mira ésta es su rama, robusta
como un roble y es que es un injerto de roble, pequeño, porque me abandonó enseguida,
se fue con otra; pero ahí está con sus dos ramas como los dos hijos que me
dejó. Nunca se lo perdonaré. Éste es el manzano, que mira hacia otra parte,
como el Manolo que siempre miraba hacia otro lado cuando le interesaba. De éste,
como de las manzanas, me queda un mejor sabor de boca. Tardó en irse doce años,
al final resultó pesadísimo hasta que me dieron el divorcio y una buena
pensión, que es lo que importa. Mira el naranjo, mi naranjito, mi gran amor, el
único que fue correspondido. Se me fue de un infarto. Decía que le asustaba
cuando no me daba la razón. Era muy buen político; con la pensión de viudedad
me compré unos cuadros. De nuestras hijas no sé nada desde hace tiempo. Apenas
me llaman por teléfono para no asustarme. Pero ven, se nos va a enfriar el té. Ya
es casi de noche. Que rápida ha pasado la tarde. ¿Volverás otro día?
Tengo que contarte una historia sobre los cuadros.
Están en el pasillo y dan la vuelta a toda la casa. Ven te los enseñare ahora
que no tienes prisa, mientras pongo a calentar otra vez el té. Mira, esta era
yo a mis quince años. No es una imitación de Renoir, ¿Cómo iba a serlo? ¿No te
das cuenta, querida? Aquí a los veinte años intentó pintarme el simbolista
Gustave Moreau, pero nunca alcanzo la belleza de la modelo. En este ya era una
mujer. Julio Romero no tuvo paciencia. Luego Federico de Madrazo, el que decía que
su pintura era realista, quiso sacarme con demasiados años. Le despedí. Todos
los demás lo hicieron muy bien. Toma, no se te olvide tu sombrero, mañana
volverás, ¿verdad querida? Recuerda, tenemos mucho de qué hablar. Mis muñecas y
yo, te estaremos esperando.
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