Esperamos tenerla pronto otra vez entre nosotros.
LAS ONCE Y OCHO MINUTOS
Nevaba. Los fríos
copos caían sobre su piel. Paula miró hacia ambos lados para descubrir el cuerpo de su madre tumbado en el suelo, el
coche en llamas, y a su hermano dentro. Quiso avisar a alguien, pero lo único
que logró producir fue un pequeño sonido. Cerró los ojos. Aquello le
sobrepasaba.
"Lucha pequeña,
lucha".
Una voz suave pero alejada la devolvió a la realidad. La
escena no había cambiado. Intentó mover las piernas, el malestar era fuerte,
apenas era capaz de doblar los dedos de las manos sin experimentar un dolor
punzante, pero no tenía muchas más opciones. Hizo un gran esfuerzo y se puso en
pie. No daba la impresión de que nadie fuese a aparecer de repente en su
auxilio. Echó a correr, herida y agotada, y lo curioso era que cuanto más
avanzaba más disminuía el daño y menos cansada estaba.
Caminó durante lo que le pareció una eternidad, pero no
conseguía llegar a ningún sitio. La carretera dio paso al bosque que, lejos de
su color habitual, vestía de blanco. Sus pies descalzos tocaban la nieve.
Finalmente se rindió. Ya no sentía nada, el sufrimiento se esfumó. Se tumbó
boca arriba y contempló el cielo. Casi podía asegurar que nunca lo había visto
tan hermoso.
"La estamos
perdiendo".
De nuevo unas palabras lejanas la traían de vuelta. Nadie
la acompañaba allí, solo los árboles. Un silbido incisivo creaba eco en el
lugar, un pitido continuo que parecía no acabar. El sueño se apoderaba de ella.
Respiró profundo y se dejó llevar.
En el quirófano el doctor se quitó la mascarilla.
Hora de la muerte : once y ocho minutos.
Hora de la muerte : once y ocho minutos.
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