viernes, 16 de febrero de 2018

salomé, por Jose Maria Garrido





VIERNES

Todavía no he sido capaz de digerir la última experiencia que he tenido con Clara, el viaje que hicimos a Florencia para ver el David de Miguel Ángel, en la Academia.
 Clara es una de las personas más interesantes que conozco, con él, se puede mantener una conversación profunda e interesante, salvo cuando entras en su intimidad.
Florencia ha supuesto un punto de inflexión en mi forma de entender la conducta humana, pero aunque he hecho con ella un viaje de más de cinco mil kilómetros y varios días de duración, no sé quién es.
Ella me ha ayudado a descubrirme como un personaje extraño, aventurero y temerario.
Desde que volvimos de Florencia me llama todos los jueves por la tarde, a las seis exactamente. Es su hora de teléfono.
Ayer, en su mensaje me dijo que le habian dado un nuevo permiso. 
Quiere ir a la Opera conmigo
Están representando Salomé.
 Siempre he sentido mucha resistencia a aceptar a los homosexuales, a los geys, a los travestis. No se por qué.
Pero Clara es diferente.
Dese siempre ha sentido una verdadera pasi´ñon d por descubrir el fondo de las personas, le hubiese gustado ser psicológa. GTal vez porque  conoce demasiado v bien als diferencias entre lo que parece y lo que es.
Tambien le gusta el psicodrama, el teatro, la ópera. Tiende como todos a identificarse con un determinado personaje, pero, en Salomé ¿Cuál será?, y sobre todo su acepto a ir a la opera con ella, ¿cual me asignará a mi? Porque claro, ella será la encargada del reparto.
¿Juan? 
Seré un silencio en la batuta.
Necesito un psiquiatra. ¿Pero habrá alguno capaz de comprenderme?
Por las cristaleras de mi casa acude a mi mente otra vez la noche, la turbulencia. 
Contemplo sobre mi mesilla de noche las pastillas para dormir.
¿Cuántas? ¿Dos? 
A veces no son suficientes. 
Tomaría ocho o nueve.
Entonces Clara aparece en mi memoria, y me olvido de las pastillas.
Duermo plácidamente.
El sonido del timbre interrumpe mis paranoias.
Abro la puerta del apartamento y efectivamente, es ella.
Si fuera una mujer seria preciosa. Amarillo y azul, todo contrastes.
¿O es una mujer?
­-  Hola, ¿tienes un momento?
- Sí, claro –, ¿como voy a negárselo
- Me han dado otro permiso este fin de semana y quiero ir a la ópera contigo.
Dice las cosas con seguridad, sin dejar alternativa.
- ¡Que bien! ¿Para cuando?
Yo a veces hablo de Clara como ella, y me gusta, otras veces hablo como él y me da miedo.
En realidad me doy miedo a mi  mismo. ¿Por qué? Será tal vez sea cuestión cultural, educativa, de principios o de prejuicios.
¿Y él no los tiene?
Nunca sabré la respuesta porque no soycapaz de preguntárselo.
¿Realmente me alegro de que le hayan dado otro permiso?
Para mí será otro problema, o aguzará el que ya tengo que no es pequeño.
¿Como resolverlo?
¿Um cura? No soy creyente. Me excomulgaría, o me echaría a la hoguera.
¿Un Psicólogo?  Dudo que alguna vez llegara a entenderme.
Debo resolverlo yo. Es como la muerte, solo mía. 
Solo yo puedo enfrentarme a ella.
Tomar una decisión  tajante e irrevocable, ¿Olvidarla? De momento no puedo. Todo lo demás es consecuencia de  mi  impotencia.
 - Mañana. Cinco días. más fin de semana.
-  ¿Tienes que volver el viernes?
- No importa, no me espera nadie, y mañana representan Salomé. Supongo que  con tu influencia podrás conseguir fácilmente dos entradas. Dos butacas.
Está poco acostumbrada a pedir, pero tampoco soporta que no le den lo que desea.
-  Veré que puedo hacer.
Para él eso era una aceptación por mi parte. 
Enseguida claudiqué.
No tenía ninguna duda de que yo podía conseguir las entradas.
¿Puedo quedarme un rato en tu casa?
Me coges mal, estoy escribiendo un relato, y prefiero estar solo. Te avisaré si no consigo las entradas.
- Da igual, estaré aquí mañana dos horas antes del Concierto.
A través del ángulo que deja la puerta de mi apartamento mientras se cierra, puedo ver en los ojos de Clara reflejada una profunda tristeza.
¿Como voy a dejarla?



SÁBADO


Aunque me haya negado a ir a buscarla, aunque me niegue a reconocerlo, la estoy esperando.
Ciertamente no me ha costado gran cosa conseguir las dos invitaciones para el palco de butacas del teatro.
Salomé y Clara me provocan, me emocionan, me seducen.
Falta solo hora y media para el comienzo de la representación y aunque el teatro no está lejos, yo comienzo a impacientarme.
No debería ser así, sabiendo en lo más íntimo, que debo rechazarla. Pero no puedo.
No tarda en llegar. Suele ser puntual.
El patio de butacas está a rebosar. Pasamos desapercibidos.
Me gusta el traje que lleva. 
Físicamente no hemos tenido nunca ni un solo roce. No importa. 
Lo psíquico es mucho más brutal. y despiadado. 
Es esa droga que poco a poco me va matando aunque se que se que no puedes vivir sin ella. Pero, ¿Por qué no me he podido enamorar de una mujer de verdad?
Es el mismo de Florencia. Blanco y azul. 
Entre el sol y la noche.
Me gusta la música, más si cabe, la ópera, y en esta ocasión conozco a todos los protagonistas, al Director uruguayo, a la soprano española, al tenor, ¿Herodes? ¿Su difunto hermano? Al barítono que interpreta a Juan….
El teatro se queda en la penumbra, luego un atronador aplauso acoge al Director. Este extiende los brazos para recibir la atención de los músicos. 
A mi el programa me encanta, es sugerente. En la primera parte al compás de la primera danza de Guridi esa chacona narrativa, que se repite como mi propia duda, me pregunto por que he nacido con esta ambivalencia. 
Larga meditación y un interrogante, al que Jesús Guridi me responde en la segunda con una pieza amorosa que me resulta ausente y deseada.
¿Clara? ¿Quien es Clara? ¿Soy yo mismo? ¿Es mi espejo? ¿Es mi deseo? 
Ni siquiera conozco su nombre real.
Y bailo en esa danza interminable, como un mendigo de amor, sin compañía.
Miro alrededor, nadie, salvo Clara responde a mi mirada. Conoce mi debilidad, casi como yo mismo.
Con el Fandango de Claudio Prieto mi mente sigue danzando como un mendigo, abandonado y solitario en una fiesta de miradas donde todo se conoce y se silencia.
La música me ha robado a todos los espectadores, que disfrutan al margen de mi historia.
¿Dónde está Clara?
Sí, está a mi lado, ¿pero donde?
Doy vueltas con mi mente sobre el fandango para buscarla, como un arlequín enamorado, hasta que en lo oscuro del teatro Clara vuelve a mirarme a los ojos.
Yo se la pregunta que se hace
Y mi respuesta es un cobarde silencio prolongado y huidizo
Huidizo hasta que termina esa segunda danza provocativa y amorosa.
Luego entra en escena Salomé y también me mira a los ojos, exhibiendo su cuchillo.
Un bailarín esboza las primeras acrobacias
Me siento marioneta en la batuta,
-          ¿Cuál es mi papel?
-          Todavía no estás preparado. Con más nsayos podrás representar cualquiera de los papeles de esta obra.
Su voz es sensual y baja. 
En el momento en el que el soldado levanta la espada para degollar al bautista, siento un golpe seco y la cabeza de Clara sobre mi hombro. 
El director no detiene la interpretación, pero yo noto por el pasillo un ruido de de algo que rueda.
Sudo. No puedo gritar. 
No sé como termina.
Es como una premonición. 
Nadie ha oído nada.
Alguien nos hace una señal para que nos calemos. Sigue la música., mientras cae mi cabeza sobre su vestido, como la de Juan el Bautista decapitado. 
Vuelve ese silencio sonoro e íntimo, hasta que es hecho añicos por los aplausos del público, que cierran el último compás.
Luego dos propinas cortas y más aplausos. 
Después no necesitamos las palabras; esquivando sus furtivas miradas, llegamos enseguida a mi apartamento.
- Veré que puedo hacer.
-          Para él eso era una aceptación por mi parte. 
Enseguida claudiqué.



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