domingo, 25 de febrero de 2018

LA MALETA



Uno de los primeros estudios lo había realizado un científico alemán hacía un siglo, y yo he elaborado sobre él, una tesis cuyo descubrimiento, supondrá  una revolución. 
Tiene un valor más íntimo.
Está encuadernada en folios escritos a máquina.
En las películas de espías he aprendido que los grandes documentos de valor, se escriben a máquina, para evitar la posibilidad de ser copiados.
Y yo lo he hecho así.
Compro una máquina de escribir, Torpedo, modelo 16 de teclado amarillo de 1.934”,  y también las cintas necesarias, y escribo mi teoría en folios resistentes a la grasa y a la humedad, que me regala el anticuario por la compra.
Me dice, que tenga cuidado porque lo que aquí escriba se quedará para siempre, o por lo menos tardará dos o tres generaciones en deteriorarse.
Con mi legajo me voy a una  papelería, en la que trabajan a la vieja usanza  y les pido que me encuadernen aquella obra de arte.
Así lo hacen y nace aquel libro que yo escondo en su  doble fondo.
En las noches siguientes lo saco con cuidado y releo con el fin de buscar controversia, anotando cuanto al respecto se me ocurre. Y lo voy resolviendo en la medida en que mi inteligencia me lo permite.
Siento una verdadera obsesión por la teoría de la memoria,  por el libro, por la máquina y por la maleta.
Tanta que  vuelvo a  reescribirla.
Yo sé que estoy considerado en el entorno como un loco solitario y algo excéntrico.
Me conocen como el aprendiz de escritor
Cuando vuelvo a ver al anticuario para comprar más papel y seguir escribiendo sobre mi teoría  me recibe amablemente y  hablamos largo rato.
Le pregunto por qué se dedica a las antigüedades, al coleccionismo y el me responde que para no olvidar.
Tiene todos los objetos cuidadosamente etiquetados con un número que corresponde a una ficha.
Luego me muestra un antiguo  bargueño de marfil y carey del siglo XVII, donde guarda las fichas manuscritas, numeradas y alfabetizadas.
Arriba las de los objetos expuestos, con su fecha de compra, el propietario anterior y el precio, abajo los vendidos, con su fecha de venta y el precio.
Esa, dice, es su memoria.
Junto al bargueño, una mesa de trabajo, sobre la que luce una pluma  estilográfica Swan, Cisne Eterna 44, de 1906,  con la  que seguro que  ha escrito todas las fichas.
Pero por mucho que insiste, no le explico  la teoría .
Desde hace dos años, acudo a clases de  escultura.
Es una forma de  relajarme y  practicar los restos de paciencia que me quedan.
Aunque solo voy una vez por semana, los  jueves, paso con el escultor  bastantes horas y eso me ha permitido  forjar con él, cierta amistad.
Esta tarde, mientras le doy martillazos a la cabeza de Mnemósine, la diosa griega de la memoria, converso con Leonidas, el escultor.
Le voy haciendo preguntas inconexas. Lo que más me importa es su desconcierto y el rostro de curiosidad. Su respuesta no verbal.
En base a ello voy completando los flecos de mi tesis.
Me comenta que de un tiempo a esta parte, es consciente de su pérdida de memoria. Y no puede soportarlo. No acordarse de donde vive y de que ha desayunado, es algo que no puede soportar.
Hablamos de la memoria.
Yo la tengo bien. al menos hasta el momento.
Hablamos de mi teoría.
La memoria, es como una maleta en la que se van depositando los recuerdos. las vivencias, los deseos y las emociones.
Todo se guarda en ella.
Los más antiguos más abajo. Los más recientes arriba, como las fichas.
 Por eso hay que rebuscar en ella para encontrar lo más antiguo. El viento se lleva los recuerdos de más arriba los más recientes, porque no están sujetos por otros recuerdos.
Con el tiempo la maleta se deteriora y puede romperse por cualquier lado.
El lugar donde se produce  la rotura determina el tipo de recuerdos que se pierden.
Leonidas comprende que alguien ha hecho una raja en la parte superior de su maleta con el fin de robarle parte de su intimidad.
Tiene que encontrar una solución, tal vez una tienda de repuestos.
Le recomiendo el juego del Brigde.
Pero antes tiene que volver a casa.
Mi maleta sigue intacta.
Hacemos un ejercicio de reparación que requiere un exhaustivo registro del contenido de su maleta  y al cabo de dos horas  conseguimos encontrar su  domicilio.
Meses después sale publicado mi tesis  sobre la memoria en dos tomos.
Yo sigo estudiándolo y haciendo trabajar a la vieja máquina de escribir, torpedo 16 portátil de teclado amarillo, quizás para no perderla.
Por eso no puedo olvidar mi maleta.
Nadie le presta atención, y yo los guardo en mi maleta. Luego quedo con Leónidas para jugar la partida de los martes.
Él si que me entiende.


1 comentario:

  1. A los cajones de más abajo del bargueño es más fácil acceder que a los de más arriba en los que no solemos encontrar lo que acabamos de dejar. Lo más antiguo esta "amachambrado" en la memoria...

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